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viernes, 24 de febrero de 2012

Colaboradores: "Quitarse el sombrero", por Elisa Rodríguez Court.


EL QUINQUÉ

Por Elisa Rodríguez Court

Quitarse el sombrero

Cuenta el escritor Claudio Magris en su libro El infinito viajar sobre una pareja, formada por un padre y su hijo, cuya presencia no le pasó desapercibida en una sala de exposición de pintura. 

El primero, un señor de unos 75 años, lleva de su mano al hijo, de unos 40 o 50 años, afectado por el síndrome de Down. Ambos, precediendo a Magris, van parándose delante de cada cuadro y el padre le explica al hijo, sin soltarle de su mano, uno a uno, los motivos de los lienzos y sobre sus autores. El hijo le escucha, asiente con la cabeza y murmura algo de vez en cuando. Escribe este escritor que probablemente el padre lleve haciendo esto toda una vida y no parece cansado ni angustiado, sino complacido por enseñarle a su hijo a amar a los Maestros.

Cuando llega a un cuadro que le resulta desconocido, el padre se agacha para leer el nombre del pintor. Después se yergue de golpe y, dirigiéndose a su hijo con un tono de voz un poco alto, le dice: "¡Velázquez!", y se quita el sombrero levantándolo lo máximo posible. 

Añade Magris que la discapacidad del hijo no lo ha doblegado ni maleado, no le ha privado de la alegría de reconocer la grandeza, homenajearla y hacer partícipe de ella a la persona por la que verosímilmente vive, su hijo. Dice a continuación que a menudo el dolor troncha, agría, empuja comprensiblemente a negar lo que otros, con quienes la suerte ha sido pródiga de dones, han logrado crear conquistando la gloria en el mundo. Difícil disfrutar, cuando una pena enclaustra a uno en las sombras, con el esplendor alcanzado por otro. Por tanto, el modo tan respetuoso como alegre de quitarse el padre el sombrero y el placer con que le comunica su entusiasmo al hijo le llevan a Magris a quitarse el sombrero ante ese hombre que, sin saberlo, se convirtió para él en un pequeño maestro. 

Desconoce este escritor que muchos de sus lectores nos quitamos el sombrero ante él, maestro Magris que, quitándose el suyo ante su pequeño maestro, se duele de la humanidad entera.





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