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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Colaboraciones - DESDE LA ATALAYA, un artículo de Elisa Rodríguez Court


EL QUINQUÉ

DESDE LA ATALAYA

Elisa Rodríguez Court


No es lo mismo observar la realidad a ras del suelo que a vista de pájaro de alto vuelo. Tal vez sea una facultad exclusiva de los dioses, encabezados por Zeus, contemplar desde una atalaya la tierra y abarcarla en su totalidad con una mirada. Ellos, nuestros artífices, sienten pena y envidia por nosotros. Se apiadan de los mortales, a los que ven circulando abajo, frenéticos, en busca de sentido a una existencia tramada a sus espaldas. Pobres diablos, piensan, urdidores de la marchita flor de su futuro. Cada uno de los seres humanos creyéndose parte indispensable del cosmos.

Los Infinitos, de J Banville
Los dioses sienten también nostalgia y envidia. Movidos por su incurable aburrimiento, desearían ser mortales y participar de ese turbulento mundo que ellos han creado. Universo de ficciones elaboradas a base de travesuras, pasiones, enredos. Quizá por eso no se resistan a revelarse de vez en cuando en la tierra, bien tomando la forma externa de un animal, bien la de un ser mortal.

Cuánta diligencia derrocharon en la creación del cosmos, cuánto esmero para que todo fuera verosímil y, así, los seres humanos pudieran creerse los dueños de la creación. Tan en serio se lo tomaron estos, que se han apropiado del minucioso trabajo de los dioses y de su escrupuloso fingimiento, dando nombre a cada uno de ellos: Zeus, Prometeo, Poseidón, Atenea… Vacuas elaboraciones nuestras, porque ellos se dirigen a nosotros solo como aire, como luz, como energía. No conocen ni Cielo ni Infierno, ni arriba ni abajo. Tampoco una atalaya desde la que observarnos y de la que ha venido hablando esta columna.

Se mueven en la eternidad, esa nada inalcanzable a través del conocimiento humano. De ahí que el dios Hermes, narrador de Los infinitos, libro de John Banville que ha inspirado estas letras, se exprese en un pasaje de la obra del siguiente modo: “En una imaginación deficiente está el secreto de la supervivencia. La incapacidad de los mortales para imaginar las cosas tal como son en realidad es lo que les permite vivir.

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