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viernes, 17 de junio de 2011

Exposiciones: Jesús Zurita busca "El olor perfecto"

Jesús Zurita busca "El olor perfecto"

Fuente: Cabildo de Gran Canaria

La Sala San Antonio Abad acoge desde el próximo 22 de junio y hasta el 28 de agosto la obra El olor perfecto, de Jesús Zurita. El joven artista realiza in situ la instalación, que prepara desde hace varias semanas en el espacio museístico perteneciente al Centro Atlántico de Arte Moderno.

La prolífera obra del joven artista Jesús Zurita formalmente se extiende -nunca mejor dicho- por los soportes del dibujo, la pintura y la instalación, mediante la ejecución de lo que el mismo denomina: “pinturas murales”; y desde el punto de vista conceptual o discursivo, entre los devaneos del cuestionamiento de la representación propiamente dicha, ya sea ésta ejecutada o “puesta en escena” en cualquiera de los soportes antes mencionados, más que nada para poner en jaque las nociones contemporáneas de narratividad y silencio. 

En esta dirección, el proyecto El olor perfecto de Zurita se vincula con un grupo de trabajos que el artista viene desarrollando desde mediados de la década pasada, en los cuales, este creador constante ahonda en el acercamiento a la imposibilidad de “atrapar representacionalmente lo invisible”; como si siguiera los preceptos fundacionales de Bataille de lo abyecto, donde misterio, dolor, sospecha y alquimia dan como resultado un estado de incertidumbre. 

Jesús Zurita, de este modo, se enfrenta a la obra de Arte como quien entra en la caverna sonora-sensorial de su cráneo-cerebro, y desde ahí, desde el eco de sus preguntas, donde racionalidad y experiencia emocional se mezclan en un territorio de carnalidades y reflejos referenciales de su imaginario, arguye un micro-relato fragmentario de ecos. 

Así, su pintura se convierte en una especie de herramienta de experimentación narrativa que se debate entre una presencia figural -como dijera Deleuze- y una experiencia atmosférica sobrecogedora, abstracta, inasible, impalpable, pero físicamente estacionaria; es decir, latente, como “cosa que está ahí”, y que desde su no exhibición oculta, se deja entrever.

Jesús Zurita nace en Ceuta, España, en el año 1974. Desde 1993 reside en Granada, donde se licenció en la Facultad de Bellas Artes de su afamada Universidad; ciudad en la que actualmente vive y trabaja. Ha expuesto su obra en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, el Palacio de los Condes de Gabia y el Instituto de América / Centro Damián Bayón de Granada, y en las galerías Fúcares, Almagro / Madrid, Sandunga, Granada, Espacio Líquido, Gijón, Alfredo Viñas, Málaga, España; así como en GEGalería de Monterrey, México, Costantini Arte Contemporáneo, Milán, 7 Contemporary Art Gallery de La Haya, Holanda, o en el Instituto Cervantes de Tokyo, entre otros.

Traza cada línea con el pincel de la memoria. Recuerdos, casi imperceptibles, de un pasado que evoca a través de sus padres. Jesús Zurita nació en Ceuta, pero estuvo a punto de ver la luz de Gran Canaria cuando sus progenitores vivieron en la Isla. Desde entonces, todo ha sido un ir y venir de nexos fuertemente arraigados a 27 grados latitud  Norte y 15 grados longitud oeste, las coordenadas geográficas que ahora rememora entre lienzos y pinturas en la sala San Antonio Abad.
Así surge ‘El olor perfecto’, en “la capacidad de evocación, de imaginar un olor de tal intensidad que sea capaz de crearte recuerdos de un lugar donde no has estado, lleno de recuerdos no vividos, pero que están en el subconsciente”, asevera Zurita. La manera en la que plantea lo que hace es totalmente vivencial. Al principio, cuando empezó a pintar “sí tenía una percepción más visual pero a medida que he ido desarrollando mi trabajo me he dado cuenta de que el lenguaje se ha ido reformulando de manera intuitiva”. De esta forma, cuando el director del Centro Atlántico de Arte Moderno, Omar-Pascual Castillo le ofrece la sala de CAAM para hacer una intervención “no tuve dudas y decidí activar la memoria con el sentido más fuerte, el olfato.

Jesús Zurita despliega, desde hace dos semanas, un mural pictórico, un trabajo que forma parte de un proceso de elementos de naturaleza equívoca, que no se sabe cómo son, porque eso realmente no es lo importante, sino su comportamiento por las paredes de la sala. Se trata de un proceso de destilación en el que los elementos se reconvierten a medida que el espectador se adentra por el espacio”, dice el artista.

Para ello, ha recurrido a los principales elementos constitutivos de su trabajo pictórico. Siempre son de base abstracta pero con un latido profundamente orgánico, tanto en lo humano como en lo animal. Por eso, cada uno de los elementos van cambiando de lo abstracto bidimensional y espacial a lo físico y biológico. Un trabajo que desarrolla junto a dos asistentes, Rocío Arévalo y Gonzalo Posada, y donde la iluminación  y el ambiente tienen un papel importante como marcadores de dos estadios del trabajo, que se corresponden a cada una de las dos plantas en las que se desarrolla, su búsqueda del metafórico olor perfecto.

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