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viernes, 21 de enero de 2011

25/01/2011 - La Sinfónica de Viena en el Alfredo Kraus


La Sinfónica de Viena, al frente de Fabio Luisi, interpreta dos obras maestras del repertorio sinfónico. 

Fuente: Gobierno de Canarias - Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes

*Se trata de la Octava 'Inacabada' de Franz Schubert y la Sexta 'Trágica' de Gustav Mahler

*El 23 de enero, en el Auditorio de Tenerife y el día 25 en el Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria

La Orquesta Sinfónica de Viena, bajo la dirección de Fabio Luisi, interpretará en su segundo concierto de la edición 2011 del Festival de Música de Canarias, el 23 de enero, en el Auditorio de Tenerife y el día 25 en el Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria, dos obras calificadas como maestras en el repertorio sinfónico y en los catálogos de sus dos autores, Schubert y Mahler, muy próximos en su esencia melódica y lenguajes orquestales.

El concierto se abrirá con la Sinfonía nº 8 'Inacabada' de Franz Schubert (1797-1828), la más popular, que se estrenó en Viena en 1865, ya que permaneció cuatro décadas guardada. La obra marca, junto a la Novena, el punto supremo del sinfonismo del compositor en el momento en que Beethoven, con su propia Novena, de la que es contemporánea, ejerce en Schubert una influencia profunda. 

Según el crítico, Guillermo Gracia-Alcalde, "es más bien incompleta en movimientos, pues los dos que la integran quedaron acabados hasta el mínimo detalle. Hay constancia de veinte compases de un tercer movimiento, Scherzo, que Schubert no prosiguió por motivos ignorados. Aunque sometidos por diversos autores a dilataciones a partir del esbozo del Scherzo y del acoplamiento de otras músicas schubertianas, la personalidad, la autonomía y la belleza de los dos movimientos acabados bastaron para darle celebridad universal".
El afortunado uso, por primera vez, fuera de la música teatral, con el resto de los vientos a dos, señala un cambio importante en texturas, fuerza y dramatismo. La radical eliminación de lo superfluo proclama la transformación profunda del artista que supera un bache mediante el crecimiento interior y la madurez formal. 

Para el crítico, "La eclosión lírica desde la más íntima vocación de la melodía, y la libre expansión de los pulsos emocionales, se expresan en una música transgresora de los principios heredados y se abren a un flujo de sentimientos variables y contrastados. La originalidad reside en un subjetivismo trágico apenas embridado por la concisión. Este "torso" de sinfonía alinea a Schubert con los grandes sinfonistas del XIX".


En la segunda parte de este concierto, con el que la formación austríaca de despide de su participación en el Ciclo, interpretarán la Sinfonía nº 6 'Trágica' de Gustav Mahler (1860-1911) concluida en 1904 y estrenada en 1906.

Es una partitura que presiente la tragedia. Lo intuía Willem Mengelberg, intérprete y amigo del compositor: "Mahler no era un loco; era un visionario. ¡Que Dios se apiade del género humano si se cumple lo que él ha visto y temido!" El aliento profético que Alma atribuyó a la Sexta y ha perdurado en innumerables análisis, estaba lejos de la autobiografía pese a lo mucho que de autobiográfico hay en la música mahleriana. Ciertamente, un año después del estreno sufrió el autor tres golpes: la muerte de su hija, la ruptura con la Ópera de Viena y el diagnóstico de la insuficiencia cardiaca que acabaría con él en 1911. Sin embargo, la partitura, más que a sí mismo alude al ser humano. En lo personal, gozaba de sus años más felices y nada presagiaba los próximos desgarros. La Sinfonía también deja sesgada noticia de su dicha, pero la subtitula Trágica como abstracción que anticipa la tragedia del hombre.

Furtwängler definió la Sexta como "la primera obra nihilista en la historia de la música". Para otros, su visión apocalíptica es profecía del ocaso de la humanidad, anticipación musical del simbolismo y el fatalismo de Kafka ¿Max Brod¿ o catástrofe del homo sapiens ¿Leonard Bernstein¿. Hasta que llegó la Octava¿

No eran vanos los presentimientos del autor la noche del estreno. En las décadas posteriores sufrió la partitura el ostracismo de la obra maldita. Estaba escrita para el hombre futuro. Tan solo desde la perspectiva de ese futuro, ya largamente cumplido, es razonable escuchar en ella la voz premonitoria de las dos tragedias del siglo XX: las guerras mundiales.

Mahler se anticipa al futuro a través del hipercromatismo expresionista y la emancipación de los doce tonos enteros. Schönberg, Webern y Berg nunca disimularon su admirativa sorpresa. Para el último no hay más Sexta que la de Mahler ¿ni siquiera la de Beethoven¿ y varias obras de su catálogo rinden honores a esta sinfonía, cuyos descubrimientos sensibilizan al propio Boulez. Como intérprete de sí mismo, fue Mahler el primero en sufrir la angustia nihilista. Había puesto en la Sexta lo más complejo y perfecto de su sinfonismo.

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