EL QUINQUÉ
Elisa Rodríguez Court
ESPERANDO A LOS BÁRBAROS
Si el mar no se interpusiera entre el mal y la tierra, se diría que los terroristas llegan a Canarias en bicicleta. De ahí la elección de las autoridades de situar a los terroristas en el océano, colados entre miles de inmigrantes sin papeles en pateras. Primero se crea la alarma y después esta por sí sola se convierte en confirmación de la sospecha.
Es el modo de proceder del Gobierno español, si se atiende a las informaciones filtradas por Wikileaks. El embajador de Estados Unidos en España afirmó en un cable de 2008 que “España está también alerta al peligro que representa la inmigración ilegal en términos de terrorismo y crimen organizado.” No hay, pues, mayor peligro de la presencia de terroristas en el mar que concebir la espera de su aparición. Con tal finalidad, se les imagina disfrazados de inmigrantes con el alma en vilo, atravesando el desierto marino bajo un cielo despiadado. Cielo negro con lengua de fuego capaz de hacer arder el océano y batir con furia una embarcación enjuta. Y después se idea su entrada a puerto y vigías clavando sus ojos en el mar vacío, aguardando una señal que confirme el presagio: la llegada de los bárbaros.
Nada importa que, por mucho que se observe, el mar no traiga terroristas. Se pueden concebir terroristas en pateras atestadas de inmigrantes sin papeles, escuálidos y hambrientos, nadar a la caza de un nombre y encontrarlo de antemano. Siempre aparecerá algún sospechoso tan desorientado como inofensivo que dé sentido a esa tensión creada y a su resultado buscado: un perpetuo estar en guardia. Incluso la espera interminablemente defraudada alimenta en sus fuentes poderosas la certeza del acontecimiento. Es un asunto que la literatura ya ha abordado con una perspectiva de 360 grados frente a la estrecha y rastrera de políticos de turno. Propongo, para quien esté interesado en el tema, 3 títulos: El mar de las Sirtes de Julien Gracq, Esperando a los bárbaros de J.M. Coetzee y El desierto de los tártaros de Dino Buzzati.
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