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lunes, 4 de julio de 2011

Exposición en la Casa de la Cultura de Firgas

Exposición en la Casa de la Cultura de Firgas

LOS PAISAJES CANARIOS PINTADOS DESDE FINALES DEL S.XIX HASTA LA DÉCADA DE 1970 SE EXHIBEN EN LA CASA DE LA CULTURA DE FIRGAS

Fuente: Cabildo de Gran Canaria

La muestra Paisajes canarios en al colección de la Casa de Colón se inaugura el día 1 de julio en la Casa de la Cultura de Firgas, y está conformada por una selección de piezas que se custodian en los fondos del mencionado museo americanista gestionado por el Cabildo grancanario, proponiendo al público un acercamiento al paisaje a través de la mirada de diversos artistas, cuya producción plástica va de finales del siglo XIX a la década de 1970. En esta breve selección, nos aproximaremos desde la costa al interior y desde la visión naturalista-realista, a la síntesis más geométrica, pasando por la luz del posimpresionismo.

La muestra está impulsada en el marco de la iniciativa Diálogo desde las artes que organiza el Centro de Artes Plásticas de la mencionada Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural del Cabildo de la Isla, y que podrá visitarse hasta el 19 de julio, manteniéndose abierta de lunes a viernes, de 8.00 a 14.00 horas y de 17.00 a 20.00 horas. Los sábados la Casa de la Cultura firguense abre de 10.00 a 13.00 horas, y los domingos y festivos permanece cerrada.

El género paisajístico, adquiere preeminencia a partir del siglo XV con el Renacimiento. No obstante,  en muchas obras del momento el paisaje es un mero telón de fondo que aporta profundidad y ambientación a escenas de mayor relevancia. De este modo, paisajes naturales urbanos o arquitectónicos ocupan planos secundarios de retratos y escenas bíblicas o mitológicas, que son el verdadero desencadenante de la obra. Los personajes no se mezclan con el paisaje, no forman parte de él, tan solo se sitúan delante, dejando que esos retazos del exterior se desdibujen en el horizonte perspectivo.

No obstante, lo dicho aunque significativo y cierto es solo la regla general, porque ¿Cómo olvidar los paisajes invernales de Brueghel?, ¿Quién ocupa el lugar más importante, los personajes o el gélido invierno que se deposita sobre los árboles? ¿Cómo entender esas escenas si no es por el paisaje mismo que les da sentido?  Siguiendo esta senda deberíamos hablar también de Canaletto y sus paisajes venecianos o del Greco y su particular visión de Toledo. Cierto es que hay grandes excepciones a la regla, pero no será hasta los siglos XIX y XX, cuando el género paisajístico adquiera una mayor autonomía.

De 1893 es la obra de Poggi Borsotto que nos adentra en la Caldera de Taburiente con una mirada idílica, como un viaje a la Arcadia. Los personajes aparecen diminutos ante la imponente arquitectura natural de Taburiente. El pintor, fiel al naturalismo, trata de atrapar el color y los volúmenes en el lienzo, buscando trasladarnos a una supuesta realidad transcrita e incontestable. Pero desde esta obra en adelante el paisaje que veremos comienza a desdibujarse, deja de ser incontestable para ser sentido. La realidad no solo es lo que vemos, es igualmente lo que percibimos lo que sentimos en contacto con el paisaje. Hay que congelar en le lienzo no solo las rocas, el mar y los árboles, sino también el momento íntimo, esa sensación que satura nuestros sentidos cuando descubrimos un campo rojo de amapolas en primavera.

Esta nueva percepción del mundo será la que abra la andadura a la modernidad en el siglo XX. Esta centuria se aborda en la exposición en una secuencia que nos conduce desde el mar sombrío de López Ruiz, a la palmera sobre la pared soleada de Suárez León, al intenso verde desdibujado de los árboles de Botas Ghirlanda o las inertes rocas frente al horizonte azul de Cirilo Suárez.

El punto de inflexión entre el paisaje transcrito de Poggi Borsotto y las piezas más sincréticas de Antonio García, Vinicio Marcos, Nils Berdeson o Manuel Ruiz, lo pone Nicolás Massieu y Matos.

Con Massieu el paisaje se inunda de luz descomponiendo el color con una mirada posimpresionista. Los límites se difuminan, los contornos pierden relevancia, importa el momento, el sentimiento que se transmuta en luz, volviendo el mar violáceo mientras las montañas se tiñen del azul intenso del cielo.

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